martes, 24 de agosto de 2010

La hora del café

Por las mañanas, a eso de las 10, el reloj marca la hora del café. Algunas acabamos de llegar mientras que otras llevan ya un rato delante del ordenador, delante o detrás de la cámara.

La hora del café, que no es una hora de sesenta minutos, es nuestro momento. Unas veces centrado en cuestiones personales, otras laborales y, las más de las veces, una mezcla de ambas.

Mi finde semana ha estado bien. El mío un poco aburrido. ¿Me das tu azucarillo? Ahora mismo pongo eso al día. Mañana termino aquello. Esta tarde tenemos baile. Yo iré a la compra. No me lo han puesto con leche fría, ¡cómo quema! La reunión es a las doce. Ayer me terminé de leer tal libro. El jueves nos traen el pedido. La vi en el cine. Antes de acabar éso, dejamos organizado lo otro. Esta noche he quedado a cenar. ¡Mmhhh, qué ricas las tostadas! (...)

Nuestras conversaciones bailan, nuestro bolis escriben y, tras el último sorbo de café, vuelta a la oficina.

- Dos cafés con leche, uno de ellos con leche fría, uno solo y unas tostadas. ¡Gracias!

María

miércoles, 18 de agosto de 2010

El ataque del atrezzo silencioso

Se esconden entre los huecos de los armarios, se quedan a vivir en el tercer cajón de la mesa del ordenador, se refugian en cajas apiladas tras una cortina o simplemente subsisten a la vista en la estantería. Son todos esos objetos que hemos utilizado en alguna ocasión para uno o varios vídeos. Aunque parezcan inofensivos, yo sé que no lo son... Planean el ataque del atrezzo silencioso.

Al principio, estas piezas se creen importantes, ya que dedicamos cierto tiempo en encontrarlas. En algunos casos, no vale cualquier color o tamaño. “Buenos días, buscaba un cubo de plástico, liso, de color #0077a8, con un radio de 20 centímetros pero cuya base sea cuadrangular”, le preguntamos al estupefacto vendedor de un bazar de 'Todo a 0,60'. “Pero, ¿no te sirve éste? ¡Si es sólo un reloj!”, se desesperan nuestras amistades, a las que ya les debemos más de un favor. “No, es que tiene que tiene que tener la esfera más grande, los números tienen que ser negros y no puede poner 'Recuerdo de Benidorm' en la correa”, respondemos nosotras, con esa extraña sensación de que encontrar el Santo Grial sería más sencillo.

A estas alturas, los elementos para el vídeo en cuestión ya tienen el ego subido. Si además, los colocamos cuidadosamente en su escenario, les apuntamos con los focos y, por último, les grabamos en vídeo, un cubo cualquiera o un reloj normalito ya se creen estrellas del celuloide. Lo que ellos no saben es que su fama difícilmente durará los 15 minutos que decía Andy Warhol.

¿Qué hacer cuando la grabación ha terminado? En más de una ocasión se nos ha pasado por la cabeza deshacernos sin miramientos de esos objetos. Pero, ¿cómo vamos a tirar a la basura un palo de fregona? Además del dilema que supondría echarlo al contenedor de reciclaje correcto, ese elemento podría servirnos para otro vídeo futuro. Así que, en la mayoría de los casos, optamos por guardar esa radio de inspiración vintage o esa lata de atún vacía. Poco a poco se van amontonando dentro de cajas de cartón de Ikea, criando polvo como sujeta-libros o aguantando el paso del tiempo en completa verticalidad, apoyados contra alguna pared.

Relegados a ese estado de eterna espera, tengo la sincera impresión de que planean un ataque contra nosotras, por haberlos arrojado desde la cima de la fama al más triste olvido. Si todo el atrezzo que tenemos guardado en la oficina se rebela al mismo tiempo, puede ser catastrófico...

Irene